Cancún. – Los hospitales de Brasil están colapsando a medida que una variante del coronavirus altamente contagiosa se extiende por el país, el Presidente insiste en tratamientos no probados y el único intento de crear un plan nacional para contener la COVID-19 se ha quedado corto.
Se realizaron nuevas restricciones
Durante la última semana, gobernadores brasileños trataron de hacer algo que el Presidente, Jair Bolsonaro, rechaza obstinadamente: armar una propuesta para que los estados ayuden a frenar el brote más letal del virus hasta la fecha en el país. Se esperaba que el esfuerzo incluyera un toque de queda, la prohibición de eventos multitudinarios y límites a las horas en las que pueden funcionar los servicios no esenciales.
El producto final, presentado el miércoles, fue un documento de una página que incluía un apoyo general a la restricción de la actividad, pero sin medida específica alguna. Seis gobernadores, todavía temerosos de enfrentarse a Bolsonaro, se negaron a firmarlo.
“medidas más rígidas” de las autoridades locales
A pesar de las objeciones del Presidente, el Supremo Tribunal Federal de Brasil confirmó la jurisdicción de las ciudades y los estados para imponer restricciones a la actividad. Aun así, Bolsonaro ha condenado constantemente sus movimientos, alegando que la economía necesita seguir activa y que el aislamiento causaría depresión. Las medidas se relajaron al final de 2020, cuando las infecciones y decesos por COVID-19 descendieron, se inició la campaña para las elecciones municipales y los brasileños que regresaron a casa estaban cansados de la cuarentena.
La nueva variante azota a Brasil
El último repunte está impulsado por la variante P1, que según informó el Ministro de Salud del país el mes pasado, es tres veces más transmisible que la original. Se hizo dominante primero en la ciudad amazónica de Manaos, y en enero obligó a trasladar por aire a cientos de pacientes a otras regiones.
El fracaso de Brasil a la hora de contener el virus desde entonces se ve cada vez más como una preocupación no sólo por sus vecinos latinoamericanos, sino también como una advertencia para el mundo, señaló el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, en una conferencia de prensa el 5 de marzo.
Los más de 10 mil fallecimientos reportados la semana pasada en Brasil fueron su peor marca desde el inicio de la pandemia, y el conteo de esta semana va camino de ser incluso más alto luego de que se registraron cerca de dos mil 300 decesos sólo el miércoles, batiendo el récord del día anterior.
Toque de queda y monitoreo
El consejo nacional de ministros estatales de Salud pidió la semana pasada el establecimiento de un toque de queda en todo el país y de cuarentenas en las regiones donde la capacidad hospitalaria está cerca de su máximo. Una vez más, Bolsonaro objetó.
Camila Romano, investigadora en el Instituto de Medicina Tropical de la Universidad de Sao Paulo, espera que la prueba que está desarrollando su laboratorio para identificar variantes preocupantes, incluyendo la P1, ayude a monitorear y controlar su propagación. Además, pide medidas más estrictas del Gobierno y que los ciudadanos cumplan su parte.
“Cada día hay una nueva sorpresa, una nueva variante, una ciudad cuyo sistema de salud colapsa”, afirmó Romano. “Ahora estamos en la peor fase. Si esta es la peor fase, (porque) desafortunadamente no sabemos lo que está por venir”.