Nacionl.- Más de 30 millones de estudiantes regresan al curso tras el cierre de las escuelas por la crisis de la COVID-19, las clases será impartidas por la televisión, tanto pública como por las cadenas privadas, todo como estrategia del Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, por la pandemia de coronavirus, que se ha cobrado más de 60.000 vidas en México.
El reto de las autoridades es evitar que millones de estudiantes deserten, pero la realidad de la pobreza y el rezago de muchas regiones del país podrían hacerlos reprobar.
Alrededor de 2,5 millones de estudiantes abandonaron en el curso pasado y estimaciones de agrupaciones independientes advierten de que ese número ahora podría superar los cuatro millones.
Esteban Moctezuma, secretario de Educación Pública, no esconde su escepticismo. “Es un reto y un gran esfuerzo” “Ninguno de nosotros estudió para ver cómo se educa en una pandemia”, menciono del domingo en su conferencia de prensa diaria previo al inicio de las clases.
Un ejemplo claro es el regreso a clases llena de incertidumbre a Carla Camacho, cuyo hijo inicia este lunes la primaria, asegura que en la escuela les han dado pocas instrucciones sobre cómo deben retomar el curso escolar y admite no saber qué hacer, “La semana pasada estuve yendo a la escuela para ver si había algún comunicado o algún aviso, pero no encontré ninguno. Tampoco hubo quién me diera informes”, “Tanto mi esposo como yo trabajamos, así que es complicado que su aprendizaje dependa solo de nosotros, por lo que creemos que esa es la mejor opción, aunque implique un gasto extra”, “Veo que las clases se le complican” cuenta a EL PAÍS.
El presidente Andrés Manuel López Obrador informó el 3 de agosto su plan de retomar el curso a través de las clases por televisión, que calificó de “histórica” la decisión, pero han saltado las dudas sobre la eficiencia de este sistema.
En este país hay más de 60 millones de pobres, 16 millones de hogares no cuentan con conexión a Internet y según la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales de 2018, el 11% de los hogares rurales de México carece de un aparato de televisión, es decir, unos 14 millones de mexicanos.
Sin considerar la necesidad de millones de padres de familia de salir a trabajar, lo que hace difícil garantizar que los alumnos sigan los contenidos por la televisión, como han advertido los maestros.
El presidente ha pedido a los padres este domingo que apoyen la nueva normalidad de las clases, ha justificado la decisión como una forma de proteger a los estudiantes y a la población de la pandemia de coronavirus, que ha superado el “escenario catastrófico” que plantearon las autoridades sanitarias, al sobrepasar las 60.000 víctimas mortales.
“Los niños, afortunadamente, no son afectados por la COVID-19, pero sí la transmiten, sí pueden contagiar y afectar a miembros de la familia, vamos a esperar; Pronto vamos a tener oportunidad de regresar a las aulas, a que haya clases presenciales. A partir de mañana hay que estar pendientes de las clases por televisión”, ha rogado el mandatario.
En el país hay más de cinco millones de personas analfabetas (la mayoría indígenas) y con una estructura escolar deficiente: de las más de 226.000 escuelas públicas del país, solo 22,7%, un total de 51.387, cuenta con conexión a Internet.
México, además, está en la cola de la OCDE en materia de aprendizaje; el informe PISA de 2018, la prueba internacional sobre educación más reconocida del mundo, revelan que casi un millón y medio de estudiantes de 15 años evaluados, solo el 1% mostró habilidades avanzadas en lectura, matemáticas y ciencias.
A estos problemas se suman los 2,5 millones de estudiantes que desertaron del curso anterior. Es por eso por lo que el inicio de las clases se plantea como un examen muy difícil para la Administración de López Obrador.
De reprobarlo, será un duro golpe para una educación con muchos rezagos.
El regreso a clases es un tema complejo para los Gobiernos en medio de la pandemia y los rebrotes que se registran en varios países, como España, pero termina siendo una prueba de fuego en naciones como México, donde amplias regiones se mantienen en la pobreza.