Actualmente alrededor del mundo se realizan tests PCR para diagnosticar el virus por COVID-19 y ello ha generado una escasez alarmante de material: hisopos, reactivos y protección para el personal sanitario. Ante tal desabasto y el retraso subsiguiente para obtener resultados, las pruebas de saliva bien podrían ser de ayuda, señala la doctora Susana López Charretón, del Instituto de Biotecnología (IBt) de la UNAM.
Para determinar la presencia del SARS-CoV-2, los tests PCR buscan el ARN del virus en las secreciones de los pacientes y, si lo encuentran, generan una señal fluorescente; al mismo tiempo, éstas también detectan otro tipo de material genético: el ARN de las personas analizadas. Al observar este último, y si está en niveles adecuados, los especialistas saben entonces que la muestra fue bien tomada
“Sin embargo, lo que empezamos a ver fue que el ARN humano lucía bajo y que teníamos un rendimiento mucho menor al esperado, y a eso me refiero con que las pruebas no se veían bonitas. Al indagar la razón nos enteramos de que, ante la escasez de insumos, en vez de emplear dos hisopos para realizar un frotis en la nariz y otro en la garganta, los médicos comenzaron a usar sólo uno, pero en la boca (orofaríngeo); con ello ahorraban algo de material, pero su muestra no era tan buena”, comentó Susana López.
Los hisopos no son cotonetes ni podrían serlo, ya que por su origen vegetal y por tener información genética propia, el algodón alteraría la lectura de las muestras y, por ende, los resultados; de ahí que se fabriquen con materiales sintéticos como poliéster o nylon.
Así, para contrarrestar esta faltante de insumos, ella y su equipo del Departamento de Genética del Desarrollo y Fisiología Molecular del IBt desarrollaron una prueba que no necesita hisopos. “Las PCR de saliva no son nuevas, nosotros las adaptamos al SARS-CoV-2 y los resultados han sido buenos. Logramos una eficiencia del 90 por ciento y, lo más importante, eliminamos los hisopados nasofaríngeos; ahora el paciente sólo debe escupir en un recipiente y no mucho; dos mililitros bastan”.
Una alternativa mucho más barata y segura
“Se ha vuelto difícil conseguir cubrebocas profesionales N95, caretas, batas y todo el material indispensable para cuidar de quien toma las muestras para un PCR normal, en especial porque los frotis son tan molestos y los hisopos entran tan profundo en fosas nasales y garganta que los examinados terminan por toserle o estornudarle a quien tienen enfrente. Con el test PCR salival no pasa esto ya que el paciente es quien se toma la muestra a sí mismo y nos la entrega en un recipiente sin necesidad de asistencia alguna. Es algo así como una auto-toma”, explicó la especialista.
Tan sólo por eliminar la presencia forzosa de personal sanitario y de los hisopos, estas pruebas son una opción bastante viable para testear a cada vez más gente; pero además, el método tiene el extra de que, a diferencia de los PCR tradicionales que requieren estuches especiales para purificar los esputos de nariz y garganta, el de saliva —en vez de un kit— usa un reactivo a base de detergentes y proteasas, logrando una purificación similar mediante un procedimiento más económico.
Estrategias de reapertura
Uno de los señalamientos más punzantes de la OMS a México en cuanto a su manejo de la pandemia es por el bajísimo número de pruebas que realiza (tres por cada 100 mil personas, mientras que EU practica 152 por cada 100 mil habitantes).
“Somos 127 millones de mexicanos e incluso con los 300 pesos de un PCR de saliva como el desarrollado en el IBt o en otros lugares, ¿cuánto implicaría analizar a cada uno de los mexicanos? Los costos hacen que un testeo masivo sea impracticable, por eso se ha pensado en otras estrategias. Sin embargo, algo en lo que todos coinciden es que, para lograr una reapertura segura, es necesario efectuar más pruebas entre la gente”.
Por ejemplo, hay quienes proponen practicar tests serológicos (aquellos que, en vez de al virus, buscan anticuerpos contra éste) para emitir una suerte de “pasaporte inmunológico” que permita a su poseedor reintegrarse a una vida normal, ello bajo el entendido de que quien padeció COVID-19 se ha vuelto inmune y ya no puede contagiar más, algo que en opinión de la académica debería tomarse con reservas, pues se ha observado que, en ciertos casos, enfermos recuperados han generado cantidades tan bajas de anticuerpos que son indetectables.
“También están los tests rápidos, que arrojan resultados en media hora, pero que son muy inexactos; de hecho, tienen una efectividad del 50 por ciento, lo cual equivale a echar una moneda al aire para decidir quién tiene, o no, COVID-19. Por ahora los más fiables son los PCR, no por nada se les sigue considerando la prueba de oro”.
Actualmente, la académica estudia estos testeos por agrupamiento en su laboratorio a fin de determinar cuál es la cantidad máxima de individuos que se pueden analizar en una sola muestra sin que ésta se diluya y se vuelva inservible, pues confía en que esta estrategia servirá para abaratar costos, optimizar recursos y aminorar el gigantesco rezago en México en cuanto a pruebas diagnósticas aplicadas.