Nueva York.- Jeanne y John Morelli comprendieron los beneficios de la energía renovable hace mucho tiempo. Una bomba de calor geotérmica calienta su casa en el bosque. Los paneles solares están sujetos al techo de su granero. Morelli, profesor emérito de ingeniería ambiental, diseñó su primer dispositivo para capturar los rayos del sol en la década de 1970 y todavía imparte un curso sobre Responsabilidad Social Corporativa. “No tengo ninguna duda de que la crisis climática, se acerca”, dice.
Sin embargo, la pareja también colocó letreros escarlata que dicen: “No a una enorme planta de energía solar” en el borde de su propiedad. Ellos protestan contra Horseshoe Solar, un proyecto fotovoltaico cuyos 600,000 paneles cubrirían campos que generalmente tienen maíz y soja en la pintoresca ciudad donde viven los Morelli, en el norte del estado de Nueva York.
Proyectos como Horseshoe sostienen la ambición de Nueva York de transformar su sistema energético para arrojar menos dióxido de carbono al ambiente. Con la administración de Donald Trump, que desdeña la amenaza del calentamiento global, los gobiernos estatales se pusieron al frente en la política climática de Estados Unidos (EU).
Flanqueado por el exvicepresidente Albert Arnold Gore, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, firmó el año pasado lo que llamó “la ley climática más agresiva de los Estados Unidos de América”. Miles de megavatios de nuevos recursos solares, eólicos y de baterías son ahora mandatos reglamentarios.
“En comparación con la mayoría de los demás estados —y de los demás países— los esfuerzos de Nueva York son realmente mucho más minuciosos y exhaustivos”, dice Peter Fox-Penner, director del Instituto de Energía Sustentable de la Universidad de Boston. En 2030, Nueva York tiene la intención de obtener 70% de su electricidad de fuentes renovables. Para el año 2040, eliminaría las emisiones de carbono del sector eléctrico.
El impulso “posicionará a Nueva York como líder, ya que el resto del país y el resto del mundo se deja convencer de la acción climática al ritmo y la escala que hacemos aquí”, dice Ali Zaidi, presidente de política climática y finanzas de Cuomo.
La piedra en el zapato
Pero el Empire State (una de las formas como se conoce al estado de Nueva York) tiene dificultades para cumplir con el calendario. Una razón es el tortuoso proceso de construcción de infraestructura energética en las ciudades locales. El impulso urgente de Nueva York para evitar una catástrofe climática irrita a los residentes inquietos por las tecnologías que requieren mucho terreno abierto.
La planta Horseshoe Solar de 180 megavatios (MW) se ubicaría en la franja sur de Rochester entre granjas productoras y casas suburbanas bien cuidadas. El desarrollador es Invenergy, con sede en Chicago, una compañía fundada y controlada por Michael Polsky. “La energía solar es el nuevo cultivo rentable para agricultores y propietarios de tierras”, dice el sitio web de la compañía.
Los Morelli y sus vecinos dicen que las instalaciones solares a gran escala arruinarán las hermosas tierras de cultivo. En 2019, ayudaron a convencer a la ciudad de Rush para que aprobara una ley que limitaba los desarrollos solares a 150 acres (aproximadamente 60.7 hectáreas).
El plan del sitio de Horseshoe requiere 1,260 acres (aproximadamente 509.9 hectáreas) en Rush y una ciudad adyacente. “No estamos en contra de la energía solar. Simplemente la queremos en el lugar correcto. Y hay muchos lugares adecuados, si se tomaran el tiempo: terrenos baldíos, azoteas, de todo”, dice la señora Morelli, una contadora que votó por Cuomo, un demócrata.
Invenergy tiene grandes planes para aprovechar el viento de Nueva York. El proyecto Alle-Catt de 340 MW requiere 117 turbinas eólicas en lotes boscosos ondulados, campos y pastizales cerca de la frontera con Pensilvania, algunos cultivados por una secta Amish que no usa electricidad.
Los carteles en el césped que apoyan la reelección del presidente Trump salpican la región; algunos critican a Cuomo por el control de armas. En Farmersville, los residentes se enfurecieron al enterarse de que varios funcionarios municipales que apoyaban a Alle-Catt alquilaron sigilosamente su propia tierra a Invenergy.
El fiscal general de Nueva York multó a la compañía con 25,000 dólares en 2019, por arrendarle a funcionarios sin divulgar los acuerdos o asegurarse de que se iban a recusar de las votaciones sobre las leyes de energía eólica, con lo que creaban “la apariencia de conflictos de intereses no revelados”.
Los opositores creen que las turbinas eólicas de Alle-Catt, de hasta 592 pies de altura (aproximadamente 180.4 metros), serán molestas y ruidosas. “Es la industrialización de un pueblo rural en beneficio de unos cuantos”, dice Bill Snyder, un arborista que se desempeña como presidente de Farmersville United, un grupo de ciudadanos. Los candidatos contra la energía eólica asumieron el gobierno municipal en las elecciones de noviembre pasado y ahora quieren una nueva audiencia sobre el proyecto.
“El desarrollador impone su agenda a través del lado estatal a pesar de la enérgica oposición de la comunidad”, dice Ginger Schroder, quien fue elegida para la legislatura del condado.
Acelerando las aprobaciones
El proceso público para aprobar nuevos proyectos de energía limpia es tardado, en un momento en el que, según advierten los científicos, el mundo se está quedando sin tiempo para reducir las emisiones de carbono.
Cuomo tiene como objetivo acelerar drásticamente el proceso. Alle-Catt fue aprobado en junio por la Junta de Ubicación de Energía de Nueva York, un organismo que examina proyectos de generación más grandes. Los procedimientos pueden implicar largas marañas con los opositores al proyecto, que tienen derecho legal a recibir fondos de los desarrolladores de energía.
El grupo que los Morelli ayudaron a formar, Residents United to Save our Hometown, solicitó 90,000 dólares.
La junta requirió cambios en los ocho proyectos que certificó desde 2018, dijo un portavoz. En junio rechazó la solicitud de Invenergy de una nueva audiencia en Canisteo Wind, un proyecto de 291 MW en el condado de Steuben, cuya aprobación estaba condicionada a medidas para controlar el ruido, limitar el efecto de luces estrambóticas de “parpadeo de sombras” de las turbinas giratorias y proteger a los murciélagos.
En abril, Cuomo firmó una medida que reemplazará a la junta con una nueva Oficina de Ubicación de Energía Renovable. Las solicitudes de energías eólicas y solares obtendrán la aprobación automática si la oficina no toma una decisión en un plazo de un año.
La Asociación de Ciudades del estado advierte que la ley podría socavar el control local sobre lo que sucede dentro de sus fronteras. La Autoridad de Investigación y Desarrollo de Energía del Estado de Nueva York (NYSERDA, por sus siglas en inglés) también asumirá el papel de desarrollador de proyectos al adquirir propiedades como terrenos industriales abandonados, obtener los permisos y luego subastar el paquete a empresas privadas.
Los desarrolladores de energía limpia dicen que los cambios ya se habían tardado. El “problema número uno” después de la ley climática del estado de 2019 “era cuánto tiempo tardaba obtener un permiso en Nueva York. Tomaba entre cinco y 10 años.
Nos quejamos durante años”, dice Anne Reynolds, directora ejecutiva de Alliance for Clean Energy New York, un grupo comercial cuyos miembros incluyen a Invenergy, Equinor de Noruega, la francesa EDF y Avangrid, una subsidiaria de la española Iberdrola. Nueva York “no es un mercado para los débiles de corazón”, dice James Murphy, vicepresidente de desarrollo renovable de Invenergy, “es caro y complicado”, “muy riguroso y consume mucho tiempo”.
Invenergy ha invocado la visión climática de Nueva York para impulsar los proyectos. La compañía le pidió al estado que anulara el límite de 150 acres de Rush, argumentando que efectivamente bloquearía cualquier proyecto solar a gran escala e “impediría que el estado alcance sus objetivos de energía renovable”.
El lunes pasado, la junta de ubicación se resistió y exigió que Invenergy calcule el costo de cumplir con la ley municipal de Rush antes de considerar una exención. Los abogados de la compañía se oponen a la solicitud de Farmersville de ejecutar una nueva audiencia sobre Alle-Catt, alegando que el uso de términos como “industrial” por parte de los críticos es tan subjetivo como “una descripción de las turbinas como elementos escultóricos elegantes y cinéticos”.
Murphy reconoce que los sistemas de energía renovable cambian el paisaje, pero agrega que “interactúan bien con la mayoría de los entornos agrícolas”. Las turbinas de Alle-Catt se distribuirán en 12,140 hectáreas, en parte para proteger la tierra.
Adquisiciones estatales
El objetivo de “70 por 30” requiere que Nueva York haga reformas a un sistema eléctrico que tardó décadas en montarse. Poco más de 25% del suministro de electricidad provino de energías renovables el año pasado, según el Operador del Sistema Independiente de Nueva York (NYISO, por sus siglas en inglés), que administra la red eléctrica del estado. Una sola hidroeléctrica representó 44% de este suministro renovable, lo que convierte a esa presa en la base de la nueva ley climática de Nueva York.
Se trata de la planta de energía Robert Moses Niagara, inaugurada en 1961, que recibió su nombre del brillante e implacable “maestro constructor” del estado, conocido por aplastar a las comunidades que se metían en su camino. El cumplimiento del objetivo de 2030 dependería en gran medida de las adquisiciones centralizadas de NYSERDA. En un proyecto de la hoja de ruta se prevén 4,000 millones de dólares (mdd) en subsidios a generadores renovables cuyo costo eventualmente se trasladaría a los clientes de servicios públicos.
Los recibos residenciales subirían 1.4%, pero según el análisis del estado, 15,700 mdd en beneficios sociales de una reducción del dióxido de carbono emitido a la atmósfera, estimada en 19.2 millones de toneladas cortas para 2030, superarían por mucho el costo monetario. La hoja de ruta estima que alrededor de 106,000 gigavatios por hora (GWh) de energía renovable en 2030 permitirían al estado alcanzar su objetivo de 70%.
La generación de energía renovable fue de 39,000 GWh en 2018. Los funcionarios estatales de energía esperan que el vacío se cubra principalmente por casi 60,000 GWh de energía de proyectos grandes y nuevos contratados por el estado: parques de energía solar y parques eólicos en tierra y turbinas eólicas marinas en el Atlántico, y posiblemente en los Grandes Lagos.
Los proyectos contratados por el estado construidos hasta ahora solo pueden generar 407 GWh de energía al año. Eventualmente los generadores deberán atender una carga mayor: el uso de energía podría aumentar entre 65 y 80% para mediados de siglo, ya que Nueva York busca una electrificación más profunda de tecnologías, desde los automóviles hasta la calefacción doméstica, según un análisis de la consultora E3.
Actualmente, la demanda alcanza su punto máximo cuando los aires acondicionados funcionan a toda marcha en el verano. E3 señaló que el invierno se convertiría en el nuevo pico a medida que se haga necesario el calor eléctrico. Un informe de NYISO observó que “la producción solar no está disponible” en las frías noches de invierno.
Otros obstáculos
Los cuellos de botella en las líneas de transmisión de larga distancia son otro obstáculo para la energía limpia. NYISO lo llama una “historia de dos redes”. En el norte del estado, 88% de la electricidad proviene de fuentes con cero emisiones de carbono, como la presa Moses, dice NYISO.
Pero los combustibles fósiles generan más de 66.6% de la electricidad que ilumina los rascacielos de Manhattan, las casas de arenisca de Brooklyn y otros clientes del sur del estado. En 2021, esa parte del estado perderá un gran bloque de energía con cero emisiones de carbono cuando cierre la planta nuclear de Indian Point a lo largo del río Hudson.
El departamento de servicios públicos del estado estudia inversiones en líneas de transmisión a granel para conectar mejor los recursos del norte del estado con la ciudad de Nueva York.
Por otra parte, el gas natural tiene un futuro sombrío bajo la ley de Nueva York. Este año, el gobernador Andrew Cuomo prohibió de forma permanente la perforación de gas mediante fracking.
Su regulador ambiental citó la ley climática cuando rechazó un permiso para un nuevo gasoducto para atender a la empresa de servicios públicos de National Grid en la ciudad de Nueva York, lo que provocó que el patrocinador descartara el proyecto de gas.
Zaidi, un abogado, profesor y ex funcionario de la Casa Blanca en el gobierno de Obama, se mudó a Albany, la capital del estado, después de sentirse inspirado por la velocidad y la escala de la ley climática.
Dice que la ley beneficiará a Nueva York incluso si otros lugares no siguen el ejemplo. “Necesitamos que cada jurisdicción, cada estado, cada país, no solo en EU sino en todo el mundo, avance en esta dirección.
Esa es la forma en que hacemos frente al cambio climático”, dice. Algunas otras comunidades le dieron la bienvenida a la industria de la energía limpia. Doug Berwanger, supervisor de la ciudad de Arcade, dice que Alle-Catt desembolsará 500,000 dólares al año en pagos comunitarios durante 20 años, lo que equivale a casi la mitad del presupuesto municipal.
Los ingresos por arrendamiento de proyectos eólicos han sido un “salvavidas” para los agricultores, ante la caída de los precios de la leche, dice. En otras partes las tensiones están empeorando.
En julio, el miembro ad hoc Art Christensen renunció a la Junta de Ubicación de Nueva York tras desestimar las preocupaciones sobre el valor de las propiedades cerca del proyecto High Bridge Wind de 100 megavatios en Guilford, calificando al estado de “insensible e imprudente”.
Fuente:
Milenio